Aquella madrugada, del 2 de julio, La Fragua se tiñó de un gris amenazante. La lluvia, que antes caía con un ritmo cauteloso, se transformó en un diluvio furioso que martilleaba los techos de zinc, mientras el miedo, por lo que pasaría, se apoderaba de los habitantes.
“¡El río!”, gritó alguien para alertar a los pobladores, pero este llamado no fue suficiente porque en segundos la fuerza del río manzanares llegó, iniciando una de las peores pesadillas del estado Sucre.
El pánico se apoderó de las calles y los vecinos fueron testigos de cómo la corriente despiadada arrasaba con todo, llevándose los sueños y esperanzas del caserío que, de la nada, se sumió en el caos.
El dolor y la angustia se reflejaron en los rostros de quienes lo perdieron todo. Algunos lograron resguardarse, dejando atrás sus pertenencias, pero, otros entregaron sus vidas luchando con el brío del caudal.
Después de esas horas devastadoras, el amanecer se hizo presente, mostrando a detalle un paisaje desolado que se asemejaba a una escena salida de una guerra. En medio del desastre, La Fragua se vio unida por el dolor y la perdida. Familias desaparecidas, hogares en escombros y heridas que quedarán marcadas en la memoria de todos para siempre.
Viviendas afectadas
Según información de los pobladores, en el lugar habían aproximadamente 80 casas, de las cuales solo tres quedaron en pie.