Al amanecer, la corriente se había adueñado de las calles en Quebrada Seca. El Manzanares también azotó con su látigo devastador a este pueblo desprotegido.
A aproximadamente las 6:00 am, el ruido incesante despertó a los pobladores, quienes no sabía lo que el desbordamiento había causado en las parroquias vecinas.
El paso del caudal por esta zona, dejó a más de un centenar de familias damnificadas y el recuerdo feroz de cómo el agua levantaba los cimientos de la comunidad.
Las pequeñas villas agrícolas de El Totumo fueron las más afectadas. Cosechas perdidas, gente desesperada tratando de salvar sus vidas y a sus animales en medio del agua bravía.
Más tarde, la angustia adornaba al empapado sector «los olvidados», bautizado así por sus propios habitantes al ver que la ayuda pasaba de largo a la capital montesina, pero no llegaba a ellos.
Los Cedros, Cedeño y Las Cabañas: última parada de la destrucción
La aterradora melodía del fluvial se acercaba a uno de las zonas más golpeadas. Pasadas las 6:30 am, el Manzanares llegó a su última parada de destrucción en el municipio Montes.
En Los Cedros, Cedeño y Las Cabañas, las personas no tenían palabras para describir lo que se vivió. El afluente había alcanzado el nivel de las vías principales y, en el clímax de su desborde, el paso hacía el epicentro de la tragedia era complicado.
Las imponentes montañas fueron testigos de cómo los ciudadanos buscaban descanso, luego del desastre. Abatidos, entre lágrimas y llenos de incertidumbre, se aferraron a Dios para tomar fuerzas y hacerle frente a uno de los momentos más desgarradores de sus vidas.