Nadie sabe lo que tiene hasta….

Cuando las personas oyen esta frase, la mayoría piensa que se refiere a una pérdida amorosa, pero no siempre es así; en esta oportunidad queremos referirnos a lo que cambiamos, a la vida que teníamos hace cuarenta años y la que estamos viviendo actualmente. Buscando mejoras, cambiamos el Pacto de Punto Fijo, tan criticado y desacreditado, por una Revolución Bolivariana, que ha hundido a Venezuela en la peor crisis que ha vivido la nación en su era democrática.

Cuando hablamos de pérdida, nos referimos al poder adquisitivo del cual gozábamos los venezolanos, por ejemplo, en las décadas de los ochenta y noventa, y a pesar que sufrimos una devaluación en el año 1983, seguimos teniendo un bolívar fuerte, que nos permitía tener una vida cómoda, sin lujos pero con muchas posibilidades de crecer. Los profesionales recién graduados en esa época tenían esperanzas de poder tener una vivienda propia, y  con un pequeño esfuerzo hasta un vehículo. Pero todo eso en este momento es imposible adquirirlo. Porque la vida se ha encarecido  tanto en Venezuela, que cada día es más difícil vivirla. Como dice el común del pueblo, no vivimos… sobrevivimos, y muy mal.

Con una moneda débil, cada día más devaluada, (ya hemos perdido la cuenta cuantas veces ha sido devaluado el bolívar en los últimos 20 años) el pueblo venezolano sufre los embates de una crisis económica, que afecta a todos, con sueldos y salarios que apenas alcanza para cubrir algunas de las necesidades básicas, porque no podemos decir que todas.  Con un dólar paralelo que día a día sube, encareciendo nuestro bolívar y sin forma de detenerlo, y una dolarización no declarada oficialmente pero, que la observamos en cada tienda, en cada supermercado, en las estaciones  de servicio y hasta en las principales calles y avenidas del país, cuando hay buhoneros comprando  dólares, a diestra y siniestra.

Por citar un ejemplo en los años 80 un profesional recién graduado o a punto de hacerlo, trabajando en la Administración Pública, en Caracas, con un sueldo aproximado de cuatro o cinco mil bolívares mensuales, gozando de todos los beneficios de una contratación colectiva, dicho salario le permitía vivir bien, poder pagar un alquiler en una buena zona y cubrir sus gastos personales, y si vivía con sus padres, su sueldo era suficiente para darse sus gustos. Y hablamos de un empleado que apenas comenzaba su vida profesional.

En la actualidad un profesional recién graduado, devenga un sueldo de hambre y debe seguir viviendo con sus padres, familiares o amigos, ya que le es imposible pagar un alquiler, cubrir todos los costos de alimentación, cancelar los servicios públicos y demás gastos que conllevan tener una casa. Y ni pensar en comprar una vivienda o un auto, eso es un sueño casi inalcanzable.

Es lamentable la situación económica que envuelve a Venezuela, un país rico, petrolero; con una economía agrícola y pecuaria en crecimiento con grandes posibilidades de desarrollo; con una industria turística que se encaminaba a tener un gran futuro; un emporio pesquero a plenitud, teniendo la tercera flota atunera de América Latina, y un sector minero como pocos en el continente. Pero de esa Venezuela que parecía un paraíso, que era una nación a la cual muchos querían conocer, visitar, y hasta vivir, hoy se ha convertido en un país, del cual la mayoría quieren emigrar, para vivir mejor, u obtener una calidad de vida superior a la que en la actualidad tenemos.

Viajar al exterior no era difícil, no se necesitaba ser millonario para hacerlo, habían planes con todo incluido, que se podían cancelar por cuotas; tarjetas de crédito que eran aceptadas en cualquier parte del mundo y luego con las tarjetas de débito podías comprar o retirar efectivo de los cajeros, en cualquier país.  En estos momentos ya nada de eso es posible, nuestra moneda no tiene valor en alguna nación. Recuerdo un viaje que hice a Suramérica, específicamente a Argentina en 1982, a los venezolanos nos trataban como reyes, nos atendían como personajes de la realeza, incluso a manera de chiste alguien me preguntó. ¿Es cierto que usted tiene un pocito de petróleo en su patio?… Esa era la imagen que dábamos en el exterior.

Hoy a los millones de venezolanos que emigraron de nuestro país, por distintas razones, pero fundamentalmente la económica, los tratan con desprecio, no a todos, pero si a una gran mayoría; la práctica de la xenofobia en algunos países contra nuestros nacionales es aterradora, e incluso han asesinado a venezolanos, a causa de ésta.

A veces me pregunto qué siente un pensionado que dio más de la mitad de su vida a una institución y cuando va a cobrar su pago mensual, recibe siete millones de bolívares, ni siquiera llega a $2, qué puede comprar una persona de la tercera edad con este monto. Si bien es cierto que el Gobierno Nacional ha concedido pensiones a millones de venezolanos, no es menos cierto que son pensiones de miseria, denigrantes, que no pueden compensar ni un poco, todo una vida de trabajo.

Hay días que siento que nuestro país, nuestra querida Venezuela, esa que añoran quienes han tenido que irse,  está la final del  túnel. Esperando quizás esa luz, ese amanecer tan hermoso que tenemos en esta nación, con la esperanza que vendrán tiempos mejores.  Que superaremos inclusive la Pandemia por el Covid-19, que nos ha separado aún más y volveremos a ser esa Venezuela, rica, próspera, con todos sus hijos sonriendo y trabajando por sacarla adelante. Debemos tener esperanza, luchar por recuperar lo que perdimos y aprender a valorar lo que tenemos, para no decir con añoranza: Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde…

Por: Perla Lara, Periodista.

CNP. 6.532

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